
Loretta admiraba el azul profundo del mar y escuchaba las olas romper contra las rocas. Sabía lo afortunada que era de contar con oportunidades como esta, pero algo faltaba en su vida y ella sabía perfectamente qué era.
Mientras escuchaba el sonido de las olas reventar contra las rocas, Loretta solo pudo pensar en una cosa y esa era que, algún día, ella alcanzaría a conocer todos los secretos que guardaba aquella llanura azul que se extendía hasta más allá del horizonte. Pero también se preguntaba que para que necesitaba conocerlos y, al mismo tiempo, ¿serían todos tan tristes como sus pensamientos o guardaría alguna sorpresa grata?, pero si eran secretos buenos o malos a ella ya no le importaba. Nunca le había importado y, ni siquiera, sabía por qué estaba en aquel lugar y no en otro.
Esa es la pregunta que se hizo cuando despertó antes del amanecer: ¿Por qué allí? En ese lugar desconocido y tan lejos de su casa y de los suyos. Ahora, sentía que podía ir a donde quisiera, elegir su destino, era libre y ya no tenía que dar explicaciones ni sentir remordimientos por sus acciones, pero…algo le faltaba; se lo repetía una y otra vez; algo le faltaba y aunque lo sabía, no quería reconocerlo. Ya lo haría más tarde; sus recuerdos se volvían más nítidos a medida que pasaba el tiempo, y encontraría la forma de aceptarlos antes de que llegase el ocaso.
Aunque el sol ya estaba en su cénit, aún se encontraba dispersa, confusa; como si le hubieran hecho un lavado de cerebro y la hubieran abandonado al borde de aquel acantilado: era una broma macabra, pero, al mismo tiempo, se sentía bien, como si iniciara algo importante. No recordaba qué había pasado antes de ese lapso de tiempo que se mantenía en su amnesia y trataba de volver a él para saber qué hacer.
El cielo se iba tornando bermellón y las aguas del mar ya eran violetas, sus olas se habían vuelto mansas y la invitaban a zambullirse en ellas. A medida que los colores del lienzo que tenía delante se oscurecían, su mente se aclaraba; llegaban los recuerdos, la memoria de quién era ella y el conocimiento de lo que estaba haciendo allí.
Cuando el sol se escondió tras la línea del horizonte hasta dejar un mar plateado bajo la luna, lo reconoció todo: por fin, aceptó qué era lo que le faltaba y cuáles eran esas oportunidades que se le presentaban.
Recordó el momento en que se subió a aquel coche en mitad de la noche, en el punto de la carretera en el que ella vendía sus servicios, y cuando los ocupantes la llevaron a aquella casa en ruinas de un lugar alejado. Recordó que la obligaron a beber y que le pusieron algo en la bebida, también recordaba el momento en que la desnudaron y la violaron, y cómo la asesinaron.
Después, se encontró en ese lugar de ensueño que la había atrapado. Esa era la oportunidad, la de ser libre, la de volar e ir a dónde quisiera, sin preocupaciones ni miedos. Y también aceptó, por fin, lo que le faltaba: su vida, esa vida que había quedado truncada tan joven la noche anterior a manos de los dos pasajeros que la recogieron en su coche.
Su espíritu se elevó y sobrevoló el espejo brillante recreándose en los destellos reflejados de las estrellas y siguió hasta más allá del horizonte en pos de la luz.

Olga Lafuente.
Basado en el reto de escritura #MISMOINICIODIFERENTEFINAL propuesto por @MaruBV13