A LA GUARDIANA DE MI IMAGINACIÓN

Recuerdo que hace casi cuarenta años te prometí que te visitaría. Dije que grabaría en mi memoria el día del encuentro y el lugar donde se produciría, pero no fue así. Lo siento; confié en que tendría recursos suficientes para cumplir mi promesa y resulta que no los tengo.

Sé que me perdonas, siempre lo haces; a veces, te enfadas un poco, sin que se te note, pero te resignas. Me gustaría decirte que no lo hicieras y que contaras más a menudo lo que sientes, aunque sé que seguirás callando hasta que llegue el día en que descubras que nada te obliga a hacerlo.

Desde este momento, ya te digo que no te visitaré como te prometí. Recuerdo el lugar, pero olvidé el día. Lo entenderás con el paso del tiempo, y sonreirás ante esa descabellada idea que solo a ti y a mí se nos podía ocurrir.

Pero, querida mía, después de tantos años, aún no se ha inventado la máquina del tiempo como creías y, por el momento, es algo que se antoja imposible. Así que no podrás encontrarte con tu «yo» del futuro y yo no podré encontrarme con mi «yo» del pasado.

No sé quién lo sentirá más: si tú, que anhelas saber cómo serás de mayor o yo, que no podré insuflarte ilusión y ánimos.

Desde el futuro te digo que sigas tal y como eres, aunque, a veces, creas que eso no te compensa. Tú no eres rara, sino una adelantada, y, poco a poco, el mundo se irá adaptando a ti.

Si supieras la de cosas increíbles que hay en tu futuro: puedes comunicarte con todo el mundo y conocer muchísima gente de todas partes, como a ti te gusta. También se puede ver el planeta a vista de satélite y recorrer sus pueblos y calles.

Sé que lo que te cuento te parecerá ciencia ficción, pero te encantará cuando lo conozcas,y todavía queda lo mejor: tendrás a tu disposición miles de libros. Sí, podrás visitar multitud de bibliotecas sin tener que salir de casa, porque seguirás amando los libros, eso no cambia y aún los disfrutarás más.

Mi querida niña, ya ves, te esperan cosas que no has imaginado aún, pero no tengas prisa, vive cada momento y no esperes a que vayan del futuro a decirte cómo tienes que ser, tú sola eres muy capaz de enfrentarte a lo que se presente, mantén esa imaginación tan fascinante, aunque sé que lo harás porque yo, cuarenta años después, sigo atesorándola y haciéndola crecer como tú haces en nuestra niñez.

Enhorabuena. Lo has hecho muy bien, mi querida «yo».

Relato escrito a partir del ejercicio 5 del #RetoInspiración de Jimena Fer en su blog jimenaferlibro.com.

Olga Lafuente

TODO ESTÁ CONECTADO

Una de las pocas cosas que lo habían acompañado toda la vida era «su» sueño recurrente. Más que sus padres, muertos ya hacía décadas; más que su esposa, fallecida también hacía poco o más que su hijos.

Lo llamaba «mi sueño». Decía que era suyo porque no creía que nadie en el mundo ni en la historia de la humanidad hubiera experimentado esa impresión tan difícil de entender y que hubiese durado tanto tiempo.

Ahora, ya no estaba tan seguro de que su sueño fuera solo suyo.

En sus primeros recuerdos de la niñez, ya aparecía esa huella que le dejaba.

Se encontraba en un lugar oscuro, casi negro; no existía ningún resquicio por donde se filtrara la luz. Sentía cierta desazón al verse encerrado y solo, pero al mismo tiempo, estaba sosegado al percibir protección desde algún lugar.

Todo allí era contradictorio. Los extremos se tocaban. Era un espacio cerrado y angustioso, pero también, inmenso, casi infinito; las blandas paredes lo rodeaban y rozaban, pero flotaba a su voluntad. Estaba aislado, pero amparado; tenía miedo, pero también confianza. Sabía que, en algún lugar de ese universo, había una salida.

En el ecuador de su vida, con casi cincuenta años, «su sueño » lo visitaba en contadas ocasiones, pero siempre de la misma manera, justo en el instante previo de quedarse dormido. Por entonces, empezó a sospechar que no era una treta del subconsciente, sino un recuerdo, el primero de todos, el de su nacimiento.

Y con esa convicción llegó hasta el último momento, cuando acababa de traspasar el umbral que da paso de la vida a la muerte.

A partir de entonces, ya no fue un sueño ni un recuerdo, se convirtió en un estado. Había vuelto a flotar en ese extraordinario universo donde los extremos se encontraban, tan aterrador y tan placentero a la vez. Estaba solo, igual que como empezó el ciclo, a la espera de comenzar otro nuevo.

Relato escrito a partir del ejercicio 2 del #RetoInspiración de Jimena Fer en su blog jimenaferlibro.com.

Imagen de Kellepics en Pixabay.

Olga Lafuente.