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— ¿Y…si pasara algo? —Aleksandra manifestó su angustia al saber que iban a quedar encerrados.
— No hay de qué preocuparse; mi tía y mi madre están al tanto.
El muchacho salió y cerró la puerta por fuera.
Aleksandra estaba agotada y subió las escaleras. Curioseó las demás habitaciones y comprobó que los dormitorios interiores eran similares a los exteriores: uno con una cama grande y otro con dos camas pequeñas; todos tenían una mesita de noche y una silla, no había armario ni cómoda para guardar ropa. Estaban dispuestos para pasar un par de noches como mucho, solo las camas estaban preparadas con sábanas y mantas.
Al final del pasillo había un cuarto con un lavabo y un retrete; tenía jabón y toallas. La mujer se enfrentó al espejo y se vio por primera vez con la cabeza rapada. Revivió la vergüenza y humillación del paseo…
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